Antonio Ligabue, rugidos en el rio Po

Antonio Ligabue, rugidos en el rio Po

Hola amigos. La verdad es que estaba, y estoy, preparando otra suculenta serie sobre la  “gran” pintura barroca, pero de pronto pensé que hacía largo tiempo que no rescataba alguno de esos artistas desconocidos y particulares cuya reivindicación estuvo en el principio de este blog y de su título. Y he pensado por eso traeros hoy al italiano Antonio Ligabue, il Toni quien probablemente en los meses venideros, si es que la vida que estamos viviendo se normaliza lo suficiente, dará bastante que hablar pues su figura ha sido objeto de una aclamada película italiana que este mismo año, hace apenas un par de meses, le supuso a su protagonista, Elio Germano, el Oso de plata al mejor actor en el Festival de Berlín. La película que tiene una pinta extraordinaria se titula Volevo Nascondermi (Quería esconderme) y está dirigida por  Giorgio Diritti  y supongo que se estrenará aquí en algún momento del año, aunque, dadas las circunstancias, es difícil saber cuándo.

Elio Germano haciendo de Antonio Ligabue en Volevo nascondermi (2020)

No es tampoco la primera vez que el cine y el festival de Berlín se interesan por este artista. Ya a principios de los años 60, aún en vida de Ligabue, se produjo un corto documental Lo specchio, la tigre e la pianura (El espejo, la tigresa y la llanura) dirigido por Raffaele Andreassi que fue galardonado con el Oso de plata al mejor corto documental en el festival de 1961. Las imágenes de ese corto documental que os pongo al final de esta entrada son lo más impactante de todo lo que he visto sobre Toni y me han conmovido hasta más allá de lo que yo voy a ser capaz de contar. Asi que si no teneis ganas de leer por favor id al final y visionad el video que os va a impactar.

Hubo también una serie de televisión de tres episodios en la RAI 1 en 1977 protagonizada magistralmente por el gran Flavio Bucci que también logró, entre otros, el merecidísimo premio al mejor actor en el Festival de Montreal de 1978 y que os recomiendo vivamente pues es posible encontrarla online en su versión original. El trabajo de Flavio Bucci y todos los fantásticos secundarios de una era de oro del cine italiano bien lo merecen.

Flavio Bucci interpretando a Ligabue.

Aún tengo llenos los ojos de esos interminables paisajes de álamos y abedules desnudos siempre envueltos en la nieblina espesa que decanta el frio y la humedad que acompañan despaciosamente a ese majestuoso rio Po, cuya cuenca es casi media Italia. Esa inmensa pianura padana que los griegos señalaron como la tierra de los hiperbóreos y donde vivieron ligures, umbríos y pelasgos…

Antonio Ligabue, en realidad Laccabue, nació por casualidad en Zurich, hijo de una madre soltera emigrante italiana que con tan solo nueve meses le entregó a una pareja suiza. El padre, Bonfiglio Laccabue, no se sabe si real o adoptivo, le dio su apellido cuando ya estaba con sus padres de acogida, Johannes y Elise, una pareja de alemanes suizos sin hijos, a quienes el artista siempre consideró como sus padres; en particular, a Elise, la única mujer con quien realmente mantuvo una relación afectuosa, no exenta de un fuerte conflicto.

No tuvo ni mucho menos una infancia fácil y feliz. Sus padres de acogida eran muy pobres y tuvieron que mudarse frecuentemente debido a lo precario del trabajo por lo que no tuvo una casa fija. Sin embargo se vio afectado por enfermedades como el raquitismo y el bocio que resultaron en un deterioro del desarrollo físico, y probablemente psíquico. Siempre fue muy orgulloso, riguroso y susceptible, lo que frecuentemente degeneraba en conflictos con sus compañeros, motivo último por el que fue expulsado de varios colegios, aunque aprendió a leer con cierta velocidad, y sobre todo a fascinarse con en el dibujo. Inadaptado y acosado por sus compañeros se escapaba frecuentemente ya desde adolescente, llevando a ratos una vida errante con trabajos ocasionales en granjas. Sin embargo siempre volvía con su madre adoptiva, Elise, y esa etapa para él permanecería siempre como la feliz arcadia suiza a la que siempre soñaría con volver.

A pesar de que su vida transcurriría muy lejos de estos paisajes alpinos, Antonio conservaría una vívida imagen de ellos en su extraordinaria memoria y los usaría muy a menudo como fondos idílicos de sus cuadros favoritos.

Sin embargo una crisis cuando apenas tenía 18 años hizo que le internaran por primera vez en una institución psiquiátrica. Poco después una disputa con su madre de acogida llevó a a esta a denunciarle por golpearla y terminó con su expulsión del país, enviándole, al lugar de donde provenía su familia paterna,  los Laccabue. Así, acompañado de gendarmes y sin hablar una sola palabra de italiano, Antonio llegó a la pequeña población de Gualtieri en Reggio Emilia, donde pasaría ya el resto de su vida, siempre soñando con retornar a su Ítaca suiza.

Ligabue arrestado entre dos carabinieri en el carro de caballos, de fondo un paisaje suizo

Antonio, il Toni, como lo conocieron sus amigos, no logró adaptarse ni a la vida del hospicio en el que trataron de internarle, ni al trabajo con otros jornaleros que se reían de su torpeza al hablar, su carácter distinto o su aspecto desaliñado por lo que finalmente abandonó la sociedad y acabó viviendo solo, un auténtico ermitaño salvaje en una cabaña hecha de ramas y tablas en una alameda junto al río Po, rodeado de animales salvajes y con sus inseparables perros.

los paisajes siempre pertenecen a esa arcadia suiza

Así llegó a convertirse en il Matto, algo así como el loco del pueblo al que al mismo tiempo temían y acosaban los niños como un juego. Antonio Ligabue fue Toni para los pocos que le trataban y el tedesco para los muchos que le despreciaban o que directamente le temían, particularmente las mujeres a las que espiaba cuando bajaban a lavar al río. Toni se ganaba la vida con trabajos ocasionales en las granjas o con los barqueros del Po pero durante casi una década no consiguió adaptarse a la vida en comunidad, sobre todo por su costumbre nocturna de imitar los ruidos de los animales salvajes con que despertaba a sus vecinos. Il Toni hablaba con las bestias del bosque, copiaba sus gritos. Cuando una vez le preguntaron por qué no pintaba personas y prefería las bestias, él respondió bestie siamo tutti.

Y no era extraño porque durante años muchos días los animales eras sus únicos confidentes y vecinos y no era extraño verle correr con sus perros para atrapar algún pato o un conejo, no para comerlos sino para criarlos en su cobertizo. Las escopetas de los cazadores eran para él, habitante del bosque, una auténtica pesadilla y se sabe que despreciaba a todo aquel que comiese carne de caballo. Se comen a sus amigos que durante tantos años les dan servicio, decía. Dormía enterrado en un montón de paja con sus perros y aunque se lavaba poco cuentan que frecuentemente mendigaba pedazos de jabón para lavar a sus perros y conejos.

Sin embargo la violencia no está ausente en sus pinturas de animales. Es por el contrario más bien una constante, una marca de estilo, pero no una violencia gratuita sino atávica, como una parte intrínseca de la naturaleza. Curiosamente Ligabue no suele pintar como un animal caza a su presa, sino más bien el enfrentamiento entre bestias colosales, de enorme poderío.

Ligabue además pintaba completamente de memoria, demostrando una increible capacidad de atención a los detalles mínimos, incluso de aquellos animales que apenas conocía por alguna fotografía o por algún atisbo en un circo ambulante.

La suya es una naturaleza completamente inventada en la que la floresta reggioemiliana se puebla de tigres, leopardos, gorilas, tarantulas gigantes, osos polares o leones, pero también de insectos, de polillas, de arañas, de moscas, de mariposas, murciélagos u orugas.

Antes de pintar y de reflejar la agresividad animal con esa pincelada neurótica y esos contrastes cromáticos tan violentos que le caracterizan, Ligabue, como un auténtico chamán convocaba a los espíritus del animal que representaba rugiendo ferozmente como los grandes felinos, aullando como un perro o graznando y aleteando las alas como las poderosas rapaces. Podéis ver un atisbo en el video que os colgaré al final de la entrada. Para él, como para los artistas más primitivos, el arte tenía sobre todo un poder taumatúrgico.

Parece que su primer encargo como pintor fue precisamente pintar un tigre del natural para uno de aquellos circos ambulantes que en tiempos del fascismo italiano recorrían los pueblos de Lombardía y Reggio Emilia. Hasta aquel momento, il Toni pintaba con los tizones de la hoguera sobre los muros de las casas, pero aquella fue su primera experiencia de pintura en grande y colorida.

Sus dotes sirvieron para captar la atención del pintor Renato Marino Mazzacurati que supo ver en él algo más que el loco del río y le enseño a pintar con óleos en su estudio. Mazzacurati estuvo poco tiempo por la zona pero despertó en Toni una auténtica obsesión por la pintura. A partir de entonces jamás dejó de pintar ni de considerarse a sí mismo como Renato le hizo ver que era: su igual, un artista. Por eso cada vez que terminaba un cuadro, orgulloso, se lo ataba a la espalda y montado en bicicleta, como un hombre anuncio, pedaleaba por todas las calles del pueblo para mostrar la obra que tanto esfuerzo le había costado terminar.

Toni empezó así a ganarse la vida con su pintura cambiando sus cuadros por comida y más materiales para seguir pintando. Comenzó incluso a vivir en un pajar que hoy en día es su casa museo.

Sin embargo, nunca fue sencillo. Tony sufría paranoias y miedos que a menudo terminaban en auténticas explosiones de violenta autodefensa. O al menos, así lo veía y así tuvo sus más y su menos con sus estados maníaco-depresivos que frecuentemente resultaban en autolesiones o en peleas contra cualquiera que cruzara sus límites. Que si hablaba mal de él a sus espaldas, que si se reía de sus pinturas, que si le habían envenenado un perro, que si le espíaban…pequeñas paranoias, no muy distintas en el fondo de las de todo el mundo en un pequeño ambiente campesino, pero que en él acababan por generar un caos que le superaba y acababa con sus repetidos ingresos en el hospital psiquiátrico San Lazzaro de la cercana ciudad de Reggio Emilia.

Esa tensión a punto de estallar, esa violencia pánica es muy frecuente en su obra pero no es su único tema. Tampoco escasean imágenes más idílicas de una vida campesina sencilla, frecuentemente asociadas a aquella arcadia suiza de la infancia.

Después de su segunda estadía en el hospital, fue liberado bajo la tutela del escultor Andrea Mozzali, con quien compartió estudio en su casa en Guastalla .Fue por aquel entonces que comenzó, no a modelar que siempre lo había hecho con el barro del río, pero sí a conservar y sistematizar algo más una producción escultórica que habría sido mucho mayor si hubiera sido cocida, cosa que en contadas ocasiones se hizo.

Y sin embargo, aún con todas esas limitaciones, la producción escultorica del Toni es bastante extensa y con el tiempo, como veis más arriba, se han hecho reproducciones en bronce de algunas de sus obras que han sido objeto ya de sucesivas exposiciones.

Hay por ahí en la red un video del actor Romolo Valli hablando de su experiencia con Ligabue. Romolo Valli, el inolvidable Padre Pirrone de Il Gatopardo, (actor en Muerte en Venecia y Confidencias de Visconti, del Jardin de los Finzi Contini de Vittorio De Sica o de Novecento de Bertolucci) tuvo una auténtica obsesión por Ligabue y fue a conocerlo al sanatorio de San Lazzaro. Allí le visitó y quiso comprarle algún cuadro. Reticente al principio, il Toni finalmente accedió a llevarle a su cuarto y le mostró una habitación repleta de cuadros. Le dijo que le vendería el que quisiera a cambio de una de sus dos fijaciones: una conejera o una motocicleta roja, esa moto roja que fue siempre el sueño de su vida y que vería cumplido

Todavía es posible ver su amada moto Guzzi roja en su casa museo, una de las cosas que le dio mayor felicidad en su pequeño mundo, aunque nunca supo nadie cómo y quién le había conseguido un carnet de conducir pues conducía como un niño pequeño entrando incluso bajo los soportales de la gran plaza porticada de Gualtieri. La verdad es que viendo la moto, uno es muy capaz de entender el por qué de su alegría.

Porque la obra de Ligabue, a diferencia de muchos otros pintores de art brut, alcanzaría finalmente una notable notoriedad mientras él aún vivía. Sus cuadros aparecieron en Il Resto del Carlino, el periódico más emblemático de la ciudad de Bolonia aún hoy en día y por tanto el primer periódico en difusión de toda la Emilia Romagna.

Los cuadros que le dieron más celebridad y que me he guardado para el final porque también son mis favoritos, fueron sus autorretratos que lograron que incluso se le apodara en la prensa como el Van Gogh de Reggio Emilia.

Y es que efectivamente algo de estos autorretratos recuerdan a Van Gogh. Ligabue siempre se autorretrata igual: en busto, con la cabeza en diagonal y los ojos, siempre muy expresivos, que nos miran. Y lo hace siempre así porque utilizaba un espejo. El espejo era en efecto otro de los elementos taumaturgicos esenciales para Antonio. A menudo, como vereis en el video final, lo llevaba consigo. Porque tan importante como el rugido era contemplar la fisonomía del rostro cuando ruge.

A veces en sus autorretratos se ven grandes costras o heridas, sobre todo en la zona de la nariz. Eso es porque muy frecuentemente se golpeaba con rocas o contra la corteza de un arbol porque quería moldear su nariz con la forma del pico de un águila. El águila y el tigre eran sus animales favoritos.

A veces también utilizaba moscas, mariposas o libelulas que le rondaban el rostro.

Otras veces, como vereis en el video, tenía que arrojarse al suelo o realizar extraños rituales taumatúrgicos porque sentía que algo o alguien se interponía entre él y el lienzo.

Hizo también algunos retratos maravillosos de sus vecinos. Como este de Elba, una niña maravillosa que murió repentinamente.

Realizó incluso encargos como este doble retrato del matrimonio Gnuti en el que las moscas recorren los vidrios de las ventanas.

Retrato de la Señora Gnutti

Su última etapa vital fue la de un afamado pintor. Su fama se había extendido y llegó incluso a exponer en la misma Roma. Antonio Ligabue tuvo además la fortuna histórica de aparecer en un momento en que desde París se extendió por toda Europa un creciente interés en lo que Jean Dubuffet había denominado art brut.

«Con art brut queremos referirnos a obras ejecutadas por personas libres de toda cultura artística, en las cuales la imitación, a diferencia de lo que sucede con los intelectuales, tiene poca o ninguna participación, de modo que  lo que sus autores crean allí (temas, elección de los materiales utilizados, medios de transposición, ritmos, formas de escritura, etc.) surgen de su propia invención y no de los clichés del arte clásico o del arte de moda. Estamos presenciando la operación artística pura y cruda (brute) reinventada por completo en la  totalidad de sus fases por su autor, basandose únicamente en sus propios impulsos. Arte, por lo tanto, donde se manifiesta  la única función de la invención, y no aquellas funciones, constantes en el arte cultural, del camaleón y del mono. «

Jean Dubuffet, L’art brut préféré aux arts arts , 1949 (Manifiesto que acompaña a la primera exposición colectiva de art brut en la Galerie Drouin, reproducida en Prospectus y todos los escritos posteriores , Gallimard, 1967)

Nadie encajaría mejor en esa definición que il Toni. Y bueno acabo aquí no sin antes poneros el video prometido. Por favor no dejéis de verlo. Nada, mínimamente de lo que yo haya contado hasta ahora, puede igualar la potencia de las imágenes que veréis ahi. Sus rugidos, su relación con lo femenino, ese beso robado a su amada Cesarina que lo llevo ya guardado para siempre en mi memoria más íntima.

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