Bartolomé Bermejo «el mejor pintor español del siglo XV» en el Museo del Prado

Bartolomé Bermejo «el mejor pintor español del siglo XV» en el Museo del Prado

 

 

El Museo del Prado nos sorprende gratamente con una exposición antológica, organizada con el Museu Nacional d’Art de Catalunya, sobre Bartolomé Bermejo,  con la que el Museo, en este otoño de su Bicentenario,  intenta paliar la escasa presencia en su programación de «la pintura española medieval», como reconoció el director de la pinacoteca, Miguel Falomir. Tanto Joan Molina Figueras, el comisario de la exposición,  como el propio Falomir  coincidieron, en declaraciones a El Pais, en calificarlo, como he citado y titulado la entrada, como el mejor pintor español del siglo XVSolo acaso por eso quizás merezca no dejar de planear una visita.

 

Detalle del San Miguel triunfante sobre el demonio con Antoni Joan de La National Gallery

 

Y la exposición lo merece. Ahora que aún la tengo en la memoria, aunque sólo por los dos cuadros que abren y cierran la exposición. Y me refiero primero a ese bellísimo e imponente San Miguel triunfante sobre el demonio con Antoni Joan, de 1468, que se expone por primera vez en España, procedente de la National Gallery de Londres  y que el Museo ha usado tan irresistiblemente como fascinante  imagen publicitaria . Es difícil resistirse a su llamada. Y me alegro porque a pesar de ser pintura tardogótica de la corona de Aragón las salas estaban tan llenas como lo están en exposiciones en teoría más accesibles.

 

 

 

Y la otra obra a la que me refería, la obra con que se cierra la exposición, es la no menos irresistible y sugestiva  Piedad Desplá de 1490, en préstamo de la catedral de Barcelona.

Hace unos días leía en las Reflexiones de la pintura de George Braque  que la limitación de medios determina el estilo y la forma de una obra y que además es esa «limitación» lo que da impulso a la creación. Y que precisamente esos medios limitados constituyen el «encanto y la fuerza de la pintura primitiva».  Y recordaba entonces  mi paseo por la exposición de Bermejo. Y la diferente forma de mirar que precisa este tipo de arte que te invita a pasear los ojos demorándote despaciosamente en los detalles. Es lo que se llama realismo sustitutivo. Me explicoPara evocar la realidad y la experiencia sensible se recurre a algo tan típico de la pintura flamenca como la recreación minuciosísima de una auténtica galería de objetos y motivos que , gracias al uso de la entonces novedosa técnica del óleo y al extraordinario dominio de ella que muestra Bermejo, intentan reproducir de manera ilusionista la realidad.

 

 

No recuerdo dónde leí que la diferencia fundamental entre la pintura italiana del Quattrocento y la pintura flamenca residía precisamente en esa distinta forma de contemplación que requieren. En un cuadro de Piero della Francesca, Masolino, Perugino o Botticelli se nos invita a entrar y zambullirnos por completo en el espacio, un espacio ilusorio creado con el descubrimiento de la perspectiva, como en esas misteriosas pinturas de espacios urbanos vacíos que se conservan en Urbino, Baltimore y Berlin.

 

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En un cuadro flamenco del siglo XIV e incluso posteriores, sin embargo, la mirada no invita a zambullirse en el espacio y tomar posesión de él de una vez. Más bien nos obliga a desplazarnos horizontalmente por la superficie del cuadro, deteniéndonos en los detalles. Y es que la pintura flamenca carecía de precedentes en gran formato, a excepción de las vidrieras. Pero sí  que poseía una larga tradición de excepcional calidad en la  pintura de miniaturas, lo que determinará algunas características del arte flamenco, como serán el empleo de colores brillantes, y, sobre todo, ese amor minucioso por el detalle.

 

Flores de la Virgen de Montserrat

 

Por eso mirar pintura flamenca, desde Van Eyck a El Bosco, desde Patinir a Bruegel el Viejo, o a este Bermejo, charnego y probablemente marrano cordobés en tierras de la corona aragonesa,  implica necesariamente prepararse para avezar los ojos y pasearse con calma por todos los rincones de estos cuadros, vagar por sus caminos, deambular por sus paisajes, detenerse en el hombre que arranca un fruto de una rama o el lebrel que corre por un sendero tras el caballo enjarciado del dueño, contemplar cada pájaro de una bandada, cada flor de un prado, cada árbol de un bosque, cada nube tormentosa, cada ciudad almenada, cada gruta umbría, cada meandro luminoso del río que se pierde en la distancia hacia un mar por donde se alejan marineros unos buques mercantes.

 

Bartolomé Bermejo. Descenso de Cristo al Limbo, hacia 1475

 

Paisaje del fondo de la Pietat Desplá, obra de Bartolomé de Cárdenas, el Bermejo.

 

Detalle de la Piedad Desplá

 

paisaje Virgen de Montserrat

 

 

Y si se trata de interiores es inevitable ponerse a cotillear por las repisas de los muebles, encontrar los objetos escondidos que pueblan los rincones, admirar con el cuidado amoroso de un anticuario la riqueza de las telas y los brocados, la opulencia exuberante de los bordados de perlas, las intarsias de las maderas y los mármoles.

 

suelo de Santa Engracia

 

Pies de Santo Domingo de Silos

 

Hoy por eso, he decidido extrañamente poneros sólo algunos fragmentos y voy a evitar poneros los cuadros por completo. Para tentaros a completarlos en vuestra visita y porque en el fondo así es la manera en que yo los he mirado y los recuerdo.

 

Detalle de las Huellas en La Ascensión

 

Bartolomé de Cárdenas el Bermejo ha sido un pintor olvidado durante siglos aunque, a decir del comisario, fuera una auténtica super estrella en su época. Sus comitentes estaban tan convencidos de su enorme valía que pelearon por sus servicios,  intentaron obligarle por contrato a acabar sus obras bajo pena de excomunión, como sucedió con el retablo de Santo Domingo de Silos de la villa de Daroca, donde residió y conocían su temperamento voluble. O en la Seo de Zaragoza donde no sólo fue el pintor mejor remunerado en la policromías de las puertas del retablo mayor de la antigua catedral sino que incluso el Cabildo, celoso de su obra, ordenó instalar una cerradura en el acceso al claustro para preservar su intimidad y su trabajo.

 

demonio-san-miguel-tous

 

Sin embargo esa fama se eclipsó de manera súbita tras su muerte y con los cambios hacia una pintura más italiana. Según la web de la exposición:

Con el paso del tiempo, muchas de sus obras fueron arrinconadas en sacristías y desvanes o, sencillamente, se perdieron. Para la recuperación de su memoria hubo que esperar hasta finales del siglo XIX e inicios del XX, cuando la pintura medieval concitó un acentuado interés entre los especialistas y coleccionistas internacionales. De hecho, aunque su nombre ya era conocido a mediados del Ochocientos gracias a la inscripción en la Piedad Desplà, su auténtico redescubrimiento tuvo lugar entre 1905 y 1907, cuando se estableció una conexión estilística entre la tabla barcelonesa y tres piezas emblemáticas: el San Miguel de Tous, la tabla central del retablo de Santa Engracia y el tríptico de Acqui.

Y eso sólo se consiguió al identificar a Bartolomé Cárdenas, Bartolome Rubeus (en su versión latina) y Bartolomé Bermejo como la misma persona. En los años siguientes el estudio de su obra y la elaboración de su catálogo pasaron a ser el objetivo central de un buen número de estudiosos, encabezados por el historiador valenciano Elías Tormo, maestro de toda una generación de historiadores y ministro de Instrucción publica durante la dictadura de Primo de Rivera. La fama de Bermejo se hizo tan notable que también dio pie a la aparición de las primeras copias y falsificaciones de sus obras, alguna de las cuales también tiene cabida en la exposición. Toda una prueba de que  había pasado de ser un olvidado a ser reconocido como uno de los mejores pintores del siglo XV.

 

 

Flores de la Virgen de Montserrat

 

Apenas se tienen datos de su biografía. Se sabe que nació en Córdoba, porque firmó la Piedad Desplá de la catedral de Barcelona como «Bartolomeus Vermeio Cordubensis». Su apellido real era Cárdenas y el apelativo Bermejo (o Rubeus en latín) podría deberse tanto a su aspecto físico como a su propio apellido, Bermejo. Responde al prototipo de artista itinerante, cuya ­formación flamenca, aunque no está documentada, parece indudable, dada la alta calidad técnica de su pintura al óleo, y que la acercan mucho a las obras de Petrus Christus y de Dirk Bouts.

A pesar de que algunos teorizan con un posible viaje a Flandes, no hay ninguna constancia de ello y lo más probable es que su acercamiento e la pintura flamenca se realizara a través de estampas y grabados llegados a la entonces muy cosmopolita ciudad de Valencia, en su momento, uno de los mayores puertos de Europa, y el mayor sin duda de la Corona de Aragón. Fue precisamente en Valencia donde por primera vez se le ubica a través del contrato en 1468 con Antonio de Juan, señor de Tous, para el impactante Retablo de san Miguel, del que se conserva la tabla central que ya os he puesto en varios detalles.

 

Imagen de la jerusalen Celeste en el peto de la armadura del San Miguel de Tous

 

A partir de 1474 reside en Daroca (Zaragoza), donde trabaja en dos retablos, el de Santo Domingo de Silos,  y el de Santa Engracia, cuyas tablas se hallan repartidas (Boston, Daroca, Bilbao y San Diego). Del retablo de Santa Engracia de San Pedro de Daroca se conservan seis tablas, cinco de las cuales se han reunido en esta exposición. Aquí os pongo un  detalle del Prendimiento de Santa Engracia del Museo de San Diego.

 

detalle del Prendimiento de Santa Engracia del Museo de San Diego.

 

Hace unos años estas tablas ya se habían reunido en el Museo de Bilbao dentro de la muestra La pintura gótica hispanoflamenca. Bartolomé Bermejo y su tiempo del año 2003. Bermejo se instaló en Daroca en torno a 1472. La estrecha relación que mantuvo con algunos miembros de su comunidad judeoconversa ha llevado a pensar que él mismo compartía esta condición de «marrano». Se casó con Gracia de Palaciano, una rica viuda que años más tarde fue también procesada y condenada por mantener prácticas judaizantes y «no conocer el Credo». Por su parte, Juan de Loperuelo, un acaudalado mercader converso, también procesado por la Inquisición, aparece vinculado directa o indirectamente con la mayoría de los retablos que realizó en Daroca, por lo que se le puede considerar su mentor. Todo ello apunta a que el itinerante Bermejo debió ser también uno más de los damnificados por el clima de intolerancia y exclusión de los judíos dominante en su época.

 

Detalle de San Damian

Quizás por eso, Bermejo tuvo que asociarse a menudo con maestros residentes en las ciudades donde se asentó para sortear las restricciones del sistema gremial. Así sucedió con Juan de Bonilla en Daroca, Martín Bernat en Zaragoza o los Osona en Valencia. De todas formas, este asociarse con otros pintores facilitó la difusión de los modelos concebidos por Bermejo, especialmente a cargo del taller aragonés de Martín Bernat y Miguel Ximénez, lo que confirma que fue un artista de referencia, respetado y admirado por pintores y clientes por su superioridad técnica y excepcional creatividad. En la exposición se muestran también algunos cuadros de estos pintores en los que se cree ver una influencia directa de Bermejo.

 

Cristo en el Limbo detalle

 

Siempre se movió sin embargo por las tierras del reino de Aragón.  Desde Zaragoza, donde trabajó en la catedral,  regresa a Valencia, donde pinta el Retablo de la Virgen de Montserrat  que se conserva en la catedral de la ciudad italiana de Acqui Terme. Esta hermosa obra se realizó  hacia 1482-1483, pero se cree que a él se debe sólo la tabla central con la virgen y el donante, siendo las ­tablas laterales obras de los valencianos Rodrigo y Francisco de OsonaFrancesco della Chiesa, comitente del tríptico, debió ver en Bermejo al pintor ideal para llevar a cabo un exvoto en agradecimiento a la Virgen de Montserrat, quizá tras sobrevivir a un naufragio, para que presidiera la capilla que fundó en la catedral de Acqui Terme, su ciudad de origen.

 

Detalle del Niño del Retablo de la Virgen de Montserrat (catedral de Acqui Terme, Italia)

 

En 1486, ya en Barcelona, concursa junto con Jaume Huguet para pintar las puertas del órgano de Santa María del Mar y en 1490 el canónigo Lluis Desplá le encarga la tabla de La Piedad (Museo de la catedral, Barcelona), otra de sus obras maestras, una Piedad absolutamente única sobre todo por su fantástico paisaje de carácter expresionista y simbólico, concebido para propiciar una meditación sobre el significado del sacrificio de Cristo

 

 

En 1495 da los cartones para una vidriera de la catedral de Barcelona, y apenas se sabe nada más. ¿Qué ocurrió para que Bermejo, el mejor pintor de su generación casi desapareciera después de haber realizado su obra cumbre? Nada se sabe de sus últimos años. Esa es otra de las grandes incógnitas que rodean la figura del pintor.

 

 

Espero que os haya gustado, a pesar de esta opción mía de hoy, de no enseñaros más que detalles de las obras. Espero con eso suscitar mayor curiosidad y que vayáis a ver la exposición del Prado que estará hasta el 27 de Enero.