Los Collages de BRUCE CONNER en el MNCARS

Los Collages de BRUCE CONNER en el Museo Reina Sofía

Es todo cierto (It’s all true)

22 febrero – 22 mayo, 2017 / Edificio Sabatini, Planta 1

 

La obra de Bruce Conner (1933-2008) es tan proteica, feraz e inagotable que, con toda honestidad, me encuentro francamente incompetente para realizar una entrada del blog que sea capaz de englobar y contener, y ni aún siquiera rodear, la plétora creativa de un artista tan seminal como Conner. En otra entrada de este blog he dejado una pizca de su obra audiovisual y no puedo hacer otra cosa que recomendar encarecidamente a aquellos que tengáis la venturosa fortuna de residir o de pasar por Madrid durante los próximos dos meses no dejar de visitar la portentosa prodigalidad creativa de Bruce Conner en el Museo Reina Sofía.

Yo me voy únicamente a centrar en una de sus múltiples facetas artísticas, que por afinidades, casi diría electivas, me toca especialmente de cerca.

Bruce Conner, como también lo hará su mujer Jean ( a la que también dedico un post que podeis ver pinchando aquí), se dedicó a los collages durante toda su vida. Es más, en cierto sentido toda su obra se genera a partir de procedimientos creativos muy cercanos a las técnicas del collage, tanto en su obra audiovisual como en sus assemblages e, incluso visto de una manera más orgánica, en la totalidad de su producción. Bruce Conner no oculta su admiración por la figura de Max Ernst al que no es difícil atisbar en muchos de estos collages.

Sin embargo, y a pesar de que, como decía, toda la obra de Conner puede ser vista a través de esta óptica del collage, la exposición del Reina, -procedente del MoMA de San Francisco-, It’s all true, se concentra en este aspecto en dos momentos productivos más bien precisos.

El primero se remonta a los primeros años de la obra del artista a fines de los años 50. El propio Conner consciente de que esta faceta de su obra parecía “de la mano de otro artista” e interesado en la fecunda idea de subvertir las nociones tradicionales de autoría, quiso atribuir este trabajo a su amigo y paisano de Kansas, el actor Dennis Hopper, -por cierto con obra artística propia- y, así, organizar una exposición que se llamara DENNIS HOPPER ONE MAN SHOW. La idea era que Hopper entrara en la galería durante su exhibición y montara un escándalo revelando la falsedad de la atribución. Pero la travesura artística de Conner se topó, ya a mediados de la década de 1960, con la falta de voluntad de su distribuidor de Los Ángeles,  Nicholas Wilder, que rechazó la propuesta de exhibir el trabajo bajo el nombre de otro, y por su parte Conner tampoco estaba dispuesto a exponerla revelando su propia identidad, así que el proyecto quedó aparcado hasta que una década más tarde, Conner encontrara producción.

Fue así como, a principios de los 70, estos collages se convirtieron en el material que sirvió de fuente para una serie de grabados fotográficos producidos por Kathan Brown en Crown Point Press en Oakland, California, publicados en tres volúmenes entre 1971-73 y expuestos en la James Willis Gallery de San Francisco en 1973. Conner devolvió los collages a su estado impreso original, produciendo veintiséis aguafuertes encuadernados en tres volúmenes de cuero negro y titulados colectivamente DENNIS HOPPER ONE MAN SHOW VOLUMES I-III. Estos volúmenes podes verlos en la exposición del Reina. Por otro lado, Conner aprovechó el impulso para imprimir también un número limitado de grabados no enlazados con este proyecto, alguno de los cuales también incluyo en el post.

Muchos años más tarde, a mediados de los años 80, Bruce Conner fue diagnosticado de colangitis esclerosante, una extraña y severa enfermedad congénita y degenerativa que marcaría el ritmo de su última obra, sobre todo a partir de mediados de los 90, porque le forzaba a seguir un estricto régimen de sueño y trabajo.

Los sueños ocupan un lugar más importante en mi vida ahora que la enfermedad hepática que padezco me ha recompensado con la obligación de guardar entre nueve y once horas de sueño, cada día, sin excepción” le confesó en cierta ocasión al poeta John Yau.

Eso hizo que en esta época tan rica en mundos oníricos, como él mismo contaba, trajese de nuevo la técnica del collage al centro de su tarea artística. De esta forma, desde fines de los 80,comenzó a realizar numerosísimos collages, además de sus dibujos de tinta, una hazaña titánica si tenemos en cuenta sus limitaciones físicas.

Por otro lado, la organización de una exposición antológica en 1999 con el Walker Art Center de Minneapolis con el título 2000 BC: The Bruce Conner Story, Part III con su obsesiva atención a los detalles y los viajes que supuso, le dejaron exhausto y tuvo graves repercusiones para su salud. Así que cuando al poco de inaugurarse le informaron de que se le había concedido una cátedra honoraria en la Universidad de Georgia rechazó amablemente la invitación argumentando que se acababa de apuntar a Anonymous Artists.

“Uno de los doce pasos necesarios para lograr la curación – añadió- es la total abstinencia del posado artístico.”

Así a partir de entonces firmó con diferentes seudónimos primero Emily Feather, después Anonymous o Anon o Anonymouse o Justin Kase, heterónimos que le brindaron nuevas e inesperadas posibilidades creativas. A esta época pertenecen algunos de los más hermosos collages de su obra como el titulado El Artista o esa obrita que título The Psychedelicatessen Owner. También produjo una serie de tapices inspirados en algunos collages alegóricos de iconografía religiosa realizados a finales de los años 80.

 

 

 

 





 

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