Qué gusto me va a dar recordar aquí a una mujer extraordinaria, feminista avant l’heure y vanguardista de pro, una de esas mujeres que, en la segunda mitad del siglo XIX, se pusieron literalmente el mundo por montera y abrieron el camino a una liberación de la mujer que ya sería imparable.
Suzanne Valadon (o Marie-Clémentine Valade) nació en 1865, hija natural de una lavandera suiza. Comenzó su extraordinaria peripecia vital a los 11 años trabajando en las más diversas cosas. Fue, entre otras cosas, modistilla, trabajó en una fabrica de coronas fúnebres, camarera y finalmente acróbata de circo, lo que ya habla a las claras de su personalidad inquieta y aventurera. A la edad de 15 años Valadon conoció al Conde Antoine de la Rochefoucauld y a Théo Wagner , dos pintores simbolistas que se dedicaban a la decoración del circo de Medrano. A través de esta conexión comenzó a trabajar en el circo Mollier como acróbata, pero un año más tarde, una caída de un trapecio terminó con su carrera.
El circo era frecuentado por artistas como Toulouse Lautrec, Sescau y Berthe Morisot y se cree que es aquí donde Morisot hizo su pintura de Valadon.
Así con tan solo 17 años la encontramos ya inmersa en el Montmatre de la bohemia más pura, donde su belleza, su juventud y su extraordinario espíritu de libertad hicieron que se convirtiera en una de las modelos más solicitadas entre los pintores. Fue modelo de Renoir , de Puvis de Chavanne y sobre todo de Toulouse Lautrec al que le unió una ferviente amistad y en cuyo estudio aprendió los rudimentos de la pintura y cuya biblioteca leyó con fruición.
En esta época y con solo 18 años fue madre del que sería su único hijo, de padre desconocido, al que llamó Maurice Valodon pero que años después, fue reconocido por un amigo del que tomó el nombre, y que después sería el conocido pintor Maurice Utrillo y del que apenas os contaré mucho porque tengo intención de dedicarle un post.
Inquieta como era, comenzó pronto a interesarse por las técnicas de la pintura y alentada fundamentalmente por Degas, para el que paradójicamente nunca posó y al que le unió una estrechísima amistad que duró hasta la muerte del pintor, siendo el primero en comprarle obra. Suzanne o Marie, como en realidad se llamaba (le apodaron Suzanne por hallarse siempre desde tan joven rodeada de viejos), fue una mujer extraordinariamente segura de sí misma, decidida, ambiciosa, rebelde, apasionada y excéntrica. Solía pasear con un ramo de zanahorias y una cabra a la que daba a comer sus malos dibujos y presumía de alimentar los viernes a sus gatos con caviar. Los cuadros para los que posó de modelo así la muestran, bailando y bebiendo hasta altas horas de la madrugada. Ella es la mujer que Toulousse Lautrec pintó en su cuadro titulado La resaca. De su primera época como pintura son una serie de extraordinarios y delicados dibujos que realizó con su hijo como modelo.
Libre como era, se sabe que tuvo relaciones con muchos de los artistas de esta época, el propio Renoir, Miguel Utrillo , que dio el apellido a su hijo, y particularmente con Eric Satie que le pidió matrimonio la mañana después de conocerla y al que abandonó, después de más de un año de relación, dejándole completamente destrozado con rien à part une froide solitude qui remplit la tête avec du vide et le cœur avec de la pein . Biqui , como Satie le llamaba, fue la única relación conocida del músico.
Con casi 30 años se casó con un banquero, lo que por fin le liberó de las penurias económicas y le permitió dedicarse por completo a la pintura. Sus primeras obras son sobre todo bodegones y retratos de sus seres más cercanos como Satie y su propio hijo,del que realizó, como ya hemos visto, una serie maravillosa de dibujos y al que, desde muy niño, hizo su cómplice artístico . Tenía una técnica cercana a lo que se llamo cloisonismo, tomada del mundo del esmalte e inventada por Lanquetin pero practicada por Gauguin y Emile Bernard .
Su matrimonio burgués sin embargo no podía durar mucho y trece años después con 44 años abandonó a su marido por un joven pintor de 21 años, amigo de su propio hijo, André Utter. Cuando lo conoció André era electricista en la sub-estación de la avenida Trudaine. Ella le describía como hermoso como un dios. L os tres formaron lo que ellos mismos llamaron el trío infernal o la Trinité Maudite yéndose todos a vivir juntos -y la abuela, Madeleine, aquella lavandera suiza del principio de la historia. André no sólo llenaría de amor e inspiración la vida de Suzanne, sino que se convirtió en su marchante y en el más firme apoyo para lidiar con la complejidad que la vida de su hijo Maurice empezó a cobrar por su adicción al alcohol.
Su relación duró más de 24 años y supuso para Valoton una auténtica liberación, produciendo a partir de entonces lo mejor de su obra y concentrándose sobre todo en los desnudos, femeninos sí, pero también masculinos lo que escandalizaba bastante a la sociedad de la época puesto que el modelo solía ser su joven marido André. De hecho, casi como celebración de su nuevo amor, se pintó a ella misma y su marido desnudos representando a Adán y Eva.
Juntos se trasladaron a vivir al estudio de la rue Cortot en Montmatre donde también se alojaron numerosos artistas, como Pierre-Auguste Renoir, los fauves Charles Camoin, Émile-Othon Friesz y Raoul Dufy, Émile Bernard, y luego Suzanne Valadon y Andre Utter , e, intermitentemente, Maurice Utrillo. La vida de Suzanne a partir de esta época estaría muy centrada, siempre apoyada por su marido André, en los problemas de su hijo, Maurice , que contaré en otro post,
Sin embargo, a pesar de los problemas de Maurice la década de 1910-20 fue una época feliz para Suzanne, en la que realizó la mayor parte de su producción. Su vida en el estudio de la rue Cortot con André, donde hoy se ubica el Museo de Montmatre fue una de las más felices de su vida.
Durante la década de los 20 y 30, Valadon pintó menos dedicándose casi por completo a apoyar la carrera de su hijo Maurice que se convirtió en una celebridad y en el sustento de toda la familia, aquella por ellos mismos llamada, Trinité Maudite. Para alejarle de París alquilaron un chateau, el chateau de Saint Bernard el norte de Lyon. Su pintura se vuelve más intimista y se acaba centrando en el bodegón
Suzanne moriría en 1938 rodeada de sus mejores amigos artistas entre los que se encontraban André Derain, Pablo Picasso y George Braque . Hoy sus obras cuelgan en los mejores museos del mundo desde el Centro Pompidou al Museo Metropolitano de Nueva York.