Urlatori alla sbarra y la prisión en Lucca
Una película dirigida por Lucio Fulci, una especie de Jesus Franco italiano que después se haría famoso por sus películas de terror cutre compitiendo con Dario Argento. Sin embargo su carrera empezó con dos películas musicales de los entonces llamados urlatori (gritones) que vendrían a ser los yeyés españoles. Esta rareza se llama ‘Urlatori alla sbarra’ (Yeyés en la barra, 1960), un olvidable musical juvenil con unos jovencísimos Adriano Celentano y Mina que describía de forma candorosa el fenómeno de los ‘teddy boys’, con sus ‘blue jeans’ y el ‘rock and roll’. En fin, la revolución que venía de América. Impagable Chet Baker en la bañera.
Se trataba de la vida de una pandilla de jóvenes yeyés entre los que estaba Chet Baker que hacia el papel de Lamericano, y que ya andaba, exiliado de los USA, desde 1956 tocando en Roma en garitos, como ‘La Bussola’, o en Viareggio, y por supuesto metiéndose de todo y en todos los líos posibles. Como siempre andaba sin una lira, se dedicó a hacer bandas sonoras para la pujante cinematografía italiana del momento improvisando, más que componiendo, melodías con su trompeta, pero no importaba mucho, era la música de moda. En 1959, firmó la banda sonora de ‘Audace colpo dei soliti ignoti’ (Nanny Loy). Aquí le vemos retozando como las parejas de la época en el parque de La Villa Borghese.
Poco después a fines de julio de 1960 lo encontraron inconsciente en los urinarios de una gasolinera de Lucca tras meterse un pico. Lo sentenciaron a prisión un año y cuatro meses. Su arresto fue un gran escándalo, porque Chet ya era famoso y heroína y fama era algo muy escandaloso en la sociedad de la época.
Sin embargo, a pesar de la severidad de la pena, también se encontró con ese maravilloso encanto italiano, esa caótica y loca simplicidad que abre espacios a lo mágico. Según testigos de la época:
En la cárcel estaba prohibido tener instrumentos musicales, pero en su caso se hizo una excepción. Porque el hijo del director era amigo nuestro. Le dijimos: ‘Mario, Chet es un gran artista, es un pecado que la música sea privada de este talento. Intenta echarle una mano, anda, intenta hablar con tu padre, a ver si puede hacerle un favor…». «Ci parlerò», dijo Mario .«Volvió y nos dijo: chicos, lo he conseguido. Desde hoy, Chet podrá tener su trompeta… È stata una bella conquista»,
Fué así como Chet Baker consiguió permiso para tocar la trompeta durante dos horas cada tarde y toda la prisión se callaba para oirle. Pero también la gente del pueblo iba a los muros de la cárcel para el concierto vespertino, como un ritual que, durante un año y medio, entretuvo a los vecinos de la pequeña ciudad de Lucca.
La misma noche que salió el pueblo entero esperaba conocerle y le habían organizado un concierto nada menos que en el Teatro Comunale de Lucca. Fue una auténtica fiesta de aclamación popular. Por fin la mayoría pudo ponerle cara al preso de la trompeta. Los músicos tocaron gratis y le regalaron toda la recaudación, para que pudiera empezar su nueva vida. Chet volvió a Roma, renovado. Estaba limpio y había cogido peso. Fue entonces cuando grabo el disco Chet is back con algunas de las composiciones que había hecho en la cárcel. Llegó hasta abrir su propio club en Milan, pero, como diría el inolvidable camarero de Irma la dulce, esa es otra historia.