Derain, Balthus y Giacometti, en la Fundación Mapfre, una irregular exposición, amena sin embargo
Desde el 1 de febrero hasta el 6 de mayo es posible ver en la sala Recoletos de la fundación Mapfre en Madrid la Exposición Derain, Balthus y Giacometti. Una amistad entre artistas con casi 240 obras c oncebida por el Musée d’Art Moderne de la Ville de Paris y comisariada por Jacqueline Munck , Conservadora Jefe de ese museo. Aunque hace ya muchos días que la vi, y a pesar de que había decidido no hacer una entrada sobre ella, una nueva visita me ha animado a escribir este post.
No puedo, ni de lejos, colocarme a la altura de de la comisaria, sin embargo, mi primera decisión de no cubrirla vino un poco de la estupefacción y el aturdimiento que me produjo la primera visita. Es cierto que estas exposiciones casi diría dem»tesis», que tanto abundan últimamente, me resultan personalmente un poco cogidas por los pelos. E intentaré explicarme. Ya me pasó con la exposición dedicada por el Museo Thyssen a Toulouse-Lautrec y Picasso y con la exposición de CaixaForum sobre Giorgio De Chirico que aquí critiqué en sendas entradas que podéis revisar pinchando en los enlaces.
Que André Derain (1880-1954), Balthus (1908-2001) y Alberto Giacometti (1901-1966) eran amigos lo atestigua, o así se pretende, la gigantesca fotografía con la que termina la exposición y que os he colgado aquí arriba. Derain, de pie y sonriente en su casa de Chambourcy, cerca de una mesa antes de la comida, Balthus que parece un gemelo de Antonin Artaud con dientes se toca la oreja, y Giacometti , los brazos en jarras, aparece detrás de la que parece su mujer Annette . Derain moriría ese año poco después, a los 74 años, atropellado por un automóvil, a él que le encantaba conducir su Bugatti.
Pues muy interesante, diría, y en el fondo nada extraño, salvando que el primero era, como veis, más de dos décadas mayor que los segundos, pues las personas, y aún mucho menos los artistas y más en esa época, no son seres insulares. Y también es cierto, lo admito, que, con muchas ganas y algo de cordialidad colaborativa, es posible constatar ciertas afinidades electivas, sobre todo entre Balthus y este Derain maduro y bastante desconocido, quizás inesperadas coincidencias, ambos amaban las mujeres y los gatos, pero nunca tan esenciales y nucleares como para, a mi juicio y después de leerme el catálogo, montar esta magna exposición de la que hablamos hoy.
Dicho esto, claro que la exposición es interesante y, sobre todo, enormemente entretenida. No podía ser de otra forma, dada la calidad de los tres artistas. Sin embargo, no están las obras más emblemáticas de Balthus , esos cuadros de aquella primera época que fascinaron a Derain y a Picasso como la Leçon de guitarre (1934) que os cuelgo aquí abajo y que aún hoy siguen levantando enormes polvaredas, como se ha visto hace poco con el plante del Metropolitan Museum de Nueva York ante las peticiones de más de 8.000 firmas (!!!!) exigiendo la retirada de la obra Therese soñando , (la siguiente más abajo) mucho menos evidente que la anterior , por incitar a la pedofilia. Quizá, sin esas obras, aunque hay algunas muy interesantes, resulte un poco más difícil entender la fascinación mutua entre Derain y Balthus.
Una historia aparte es el caso de Alberto Giacometti que prácticamente a lo largo de toda la exposición va, como si dijéramos, más bien a lo suyo. Es más, Giacometti era un hombre de muchos y variados amigos, con lo que tampoco se ve que este trío sea, al menos en su caso, algo tan tan exclusivo. Acaso habría sido más digerible esta muestra sin incluirle a él, pero, en fin, insisto, es mi opinión que refrendo en esta segunda visita. Sus obras, magníficas, como siempre, sus esculturas y sus dibujos, flotan como desubicadas entre el resto de las obras de Balthus y los irregulares y más abundantes lienzos de un André Derain distinto del que se espera. Y es que las obras de Derain pertenecen, no a su época fauve en la que se le relacionaba con Henri Matisse y Maurice de Vlaminck y era uno de los sustentos del movimiento.
El André Derain que se ve en la MAPFRE, y es muy interesante conocerlo, es un pintor distinto del que uno tiene en mente, un artista renovado que emergió después de la Primera Guerra Mundial con aquel regreso al orden figurativo (expresión inspirada en el libro de ensayos Le rappel a l’ordre (1926) de Jean Cocteau ). Orden que significaba, a grandes rasgos, retomar la pureza del primer Renacimiento y sus fuentes clásicas. Un regreso, en suma, a la figuración que siguieron muchos artistas, pero que a los más les duró poco menos que un suspiro, con el advenimiento del Surrealismo . Sin embargo otros como Derain o ese de Chirico que conocimos en la exposición de Caixaforum , persistieron en esa línea con una insistencia que les hizo blanco de las críticas y les hizo perder una gran cantidad de la admiración y las simpatías acumuladas hasta entonces por su obra, valoración que, con matices, perdura en la mayoría de los museos hasta nuestros días. Basta buscar por ejemplo en Internet a cualquiera de los dos para ver que las obras con que se les asocia son todas de su primera época, lo que hace, al mismo tiempo, que sea tan interesante descubrir que ellos, como en el poema de Neruda , los de entonces, ya no eran los mismos.
Es este Derain , sin embargo, o las obras que de él se exponen, un artista irregular y bastante cambiante en su estilo siempre figurativo. Las pinturas aquí reunidas no son, en general, con fantásticas excepciones, obras maestras extraordinarias, lo que explica su falta de popularidad, aunque, insisto, en su mayoría son muy interesantes, infrecuentes y la mar de entretenidas de ver.
De los tres en conjunto, después de ver la exposición, en realidad poco puede decirse que tengan en común, sobre todo Giacometti, salvo que los tres son figurativos, que los tres fueron excéntricos y no se afiliaron a ninguna corriente, ni crearon seguidores y que los tres estuvieron fascinados por la figura femenina. Poco más, aunque, no obstante, la relación, la complicidad y la amistad de más de 20 años, como demuestra esa gran fotografía, existían.
La historia comienza con un joven Balthus muy fascinado con Derain , veintiocho años mayor que él, y precisamente por ese nuevo Balthus no fauve al que me refería más arriba. A su vez Derain visita, seguramente aconsejado por Antonin Artaud , una de las primeras exposiciones de Balthus , y así se establece un contacto inmediato de simpatía creativa entre ese gran pintor consagrado que era entonces despreciado por sus colegas más reconocidos y un artista joven y de espíritu extravagante cuya carrera comenzaba creando un cierto escándalo por su temática. Parece, por lo que se deduce del catálogo, que ésta era una admiración que fue compartida por Giacomett i que también entonces andaba fascinado con la figuración, aunque en su caso no sólo renacentista, sino también por la escultura etrusca o mesopotámica.
Leo ahora que durante la guerra, Derain recogió durante algún tiempo a la familia de Balthus , cuyo verdadero nombre era Balthasar Kłossowski , a su madre Baladine Klossowska , a su amante, al poeta y escritor Rainer Maria Rilke y a su hermano Pierre Klossowski con lo que aún se me hace más evidente que l os enlaces entre estos artistas eran reales y bastante significativos. La admiración de los dos artistas jóvenes por Derain está muy asociada a un cuadro, en apariencia sencillo, que ambos admiraron mucho. Se trata de la Naturaleza muerta con peras de Derain, pintado en 1936. Giacometti, veinte años después, dirá que al mirar estas peras por primera vez, « realmente vió » la pintura de Derain :
cuánto era un gran artista, un pintor-límite, siempre más allá de su cultura y su genio, siempre más pesado y profundo, cada vez más viejo y más moderno, siempre cerca del fracaso y el mal gusto, en otras palabras y simplemente, en la espeleología de la vida .
¿Qué había en este pequeño Bodegón con peras ? Una pera entera en el centro, dos trozos de pera a cada lado, una dibujada, la otra deshecha por la pintura que, como en otros lugares de la tela casi transparente, se disuelve en el sexo de una mujer. Una cuchara horizontal oscura y brillante los roza, los une. Detrás, como centinelas , dos copas de tallo vacío existen solo por la luz que capturan y reflejan: una línea blanca vertical cada una, algunos puntos horizontales , y eso es todo. Y sin embargo, era esta sencillez, casi barroca, lo que fascinaba a ambos artistas.
Volviendo a la exposición, está dividida en varias parte. La primera sección se llama La mirada cultural y se supone que rastrea ese retorno al orden común a los tres artistas. Se pueden ver aquí algunas copias muy interesantes de obras renacentistas como las copias de Piero della Francesca pintadas por Balthus,
o algunas obras de Derain inspiradas en el Renacimiento como este El gaitero o Joueur de cornemuse
o la extraña copia que hizo Derain entre 1945-1950 de una de las varias versiones de La matanza de los inocentes (1565-1567) de Pieter Brueghel el Viejo con algunas variaciones y de la que sólo he encontrado una imagen de poca calidad.
Giacometti como siempre con influencias mucho más exóticas, está representado con varios dibujos sobre esculturas egipcias que evidentemente le influyeron posteriormente.
Es interesante que aquí es la única parte de la exposición donde hay obras de Derain anteriores a la Gran Guerra donde es posible ver su admiración por Cezanne com este magnífico Sotobosque y rocas de 1911-13
La sección Siguiente titulada « Vidas silenciosa s» y examina el lugar que ocupan los espacios vacíos, como la naturaleza muerta y los paisajes en la obra de los tres artistas. Hay algunos paisajes de Balthus sin personajes, lo que es raro en su obra, como este magnífico La Falaise de 1938
o la preciosista Vista de Saint-Maxim (1930) donde Derain muestra su maestría en la pintura
Sin embargo, Giacometti después de algunos lienzos postimpresionistas en la onda de su padre, del que por cierto hay un retrato precioso, abandona por completo lo que de en común pudiera tener con Derain y Balthus para centrarse en su conocido estilo de donde ya no volverá más.
En cuanto a los bodegones hay bastantes, pero nada, en el fondo, que no practicasen otros autores. Magnífico y espectacular sobre todo el bodegón de Giacometti , Nature morte à la pomme.
Luego llega la secció titulada El modelo que es quizás lo que más comparten los tres, aunque desde diferentes perspectivas. Hay dos cuadros de Derain de 1930-35 y de Balthus de 1955 que son quizás donde mejor se ve su relación pues reproducen a dos modelos con el pecho desnudo y que parecen casi reflejo la una de la otra.
Hay también niñas de Balthus y algunos cuadros de Derain que se dan cierto aire, aunque lo morboso de Balthus es irrepetible. Asi como alguos hermosos autorretratos, particularmente el de Giacometti de 1920
¿Y Giacometti ? Pues como ya he dicho anteriormente, metido casi con calzador. Durante la II Guerra Mundial conoció a Annette Arm con la que se casó y de la que hizo su modelo omnipresente. Aquí el cuadro principal es Isabel en el estudio (1949) con otra modelo, sin embargo. Basta ver la comparación de dos cuadros que representan a la misma modelo, Isabelle Lambert , para constatar como Giacometti se alejaba definitivamente de Derain o Balthus.
Despues entramos en la sala de los proyectos teatrales de los tres que han titulado Entreacto . De Giacometti , se recoge el árbol y la fotografía que os cuelgo de su colaboración con Samuel Beckett en 1961 en Paris para la representación de Esperando a Godot.
Balthus y Derain , por su parte, fueron asiduos colaboradores de la escena teatral, para operas Derain , Balthus para Artaud , para Camus …
Se exponen incluso algunos trajes originales e instrumentos musicales
También se exponen unas interesantes máscaras de André Derain , muy etruscas, que son acaso lo más cerca que estuvo jamás de Giacometti .
La penúltima sección se llama El sueño y está dedicada a desnudos y durmientes. Hay unos enormes desnudos de André Derain , al parecer muy celebrados por su autor, que era un erotómano confeso
La contribución de Giacometti a esta sección es una escultura que nada tiene que ver, salvo el título, con los otros dos y que está más cerca del surrealismo de Joan Miró , del que también era íntimo amigo
La última parte se llama la Garra sombría que reúne « las obras que tocan la alarma de un mundo vacilante ”. En realidad no sé muy bien que quiere decir ésto, a estas alturas ya andaba exhausto, pero no era más que una nueva mezcolanza de obras con un pretendido aire misterioso .
No quiero dejarme sin nombrar, aunque no estaba el original pintado en tabla que custodia el MOMA de Nueva York, el impresionante Retrato de Derain por Balthus , acompañado de una silla tapizada por la misma bata.
Para resumir, una exposición extraña, no entiendo bien estas exposiciones relacionales, como digo, en la que la inclusión de Giacometti me parece muy cogida por los pelos, pero sin embargo, al mismo tiempo, una exposición muy entretenida de ver y, cómo no, una excelente ocasión para conocer ese poco conocido Derain maduro y disfrutar de algunos excelentes Balthus, entre los que caminan, despistadas, algunos paseantes de Giacometti.